La deglución de alimentos comienza en la boca y termina en el intestino con la absorción de los nutrientes. De esta manera es que cada parte que compone el sistema digestivo tiene una función.
Sin embargo, cuando una persona come muy rápido, la boca no cumple con su papel. "El ensalivado no se realiza correctamente y el alimento entra demasiado sólido en el estómago, lo que acaba produciendo un mayor nivel de acidez y un trabajo muchísimo más alto a nivel estomacal”, indica Rubén Bravo, nutricionista de Clínica Evolution y experto en psicología positiva.
A largo plazo, este hábito puede derivar en algunos problemas de salud, como la aparición de úlceras. Además, continúa el experto, “al entrar más alimento, el estómago empieza a aumentar en flexibilidad, con lo cual hay un momento en que los pacientes necesitan comer en grandes cantidades para sentirse saciados".
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Este punto se relaciona con la frase de que "comer rápido engorda más", pero la grelina, la hormona de la saciedad tiene la respuesta. "Hay un receptor en el estómago que está en la zona de arriba del mismo y que se pone en marcha a los 20 o 25 minutos de empezar a comer. Pasado este tiempo es cuando se activa la grelina”, detalla Bravo, quien aclara que si se ingiere comida de forma apresurada, hasta que la persona se sienta llena (a los 25 minutos) “habrá tomado una gran proporción de alimento”. Así, “no se engorda más porque mastiquemos poco, sino porque comemos muchísima más cantidad”, indicó el experto.

¿Qué dice la psicología?
Desde un enfoque psicológico, el profesional indica que comer muy rápido puede ser indicio de un alto nivel de ansiedad o estrés. "Puede llevar incluso a un trastorno de la conducta alimentaria, a comer de forma compulsiva. Tenemos que entender que personas con tendencia a la obesidad tienen algunas hormonas, como la leptina, que definen exactamente la forma de comer compulsivamente. Esto se da sobre todo en alimentos adictivos, que son los ricos en harinas refinadas, azúcares simples y grasas saturadas. Comerlos les produce a estos pacientes un mayor nivel de felicidad y de tranquilidad, es decir, les estimula en un exceso el neurotransmisor de la dopamina y la serotonina”.
Por otro lado, sobre las consecuencias emocionales a largo plazo, Bravo indica que si no se detecta a tiempo este mal hábito, puede desembocar en una adicción a la comida. "La persona se puede ver comiendo de manera compulsiva, ya esté triste o feliz, sin poder frenar ni controlar la forma en que se come, por qué se come y qué se come”, subraya el profesional en psicología.
Recomendaciones
- Servir en cantidades pequeñas.
- Intentar hablar durante la comida para que esta sea un acto social.
- Añadir un pequeño aperitivo antes de las comidas principales. “Se puede picar un plato pequeño de algo saludable y así, llegar al almuerzo o la cena sin hambre para comer más despacio”, afirma el experto.
- Hacerse la siguiente pregunta de forma activa: si tanto gusta comer, ¿por qué no hacerlo más despacio para saborear más el alimento?
