Entre el computador, el celular, las aplicaciones y redes sociales, se cree que la compra de libros va en decadencia. Eso, es cierto, pues la compra del libro físico ha ido disminuyendo, mientras que en formato digital tuvo un alza en 2017 de un 3% respecto al 2016, según el informe de Libranda, una de las distribuidoras de libros digitalizados española.
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Antes de la era tecnológica, lógicamente que la adquisición de libros era algo mucho más usual y parte de la cotidianidad, como ahora podría ser la compra de celulares o artículos para éstos.
Sin ir más lejos, el hecho de poseer libros se transformo en una patología: Hablamos de la bibliomanía, el cual consiste en coleccionar libros más por aparentar que por tener una intención real de leerlos. Esto, tuvo su auge en el siglo XIX, cuando los libros representaban el mayor vehículo cultural de la sociedad.
Un caso emblemático de este trastorno, es el del doctor Alois Pichler, encargado de la Biblioteca Imperial Pública de San Petersburgo. Conocido como «el librero extraordinario», se le descubrieron cerca de 4.500 ejemplares robados de la biblioteca en su casa, y cuando tuvo lugar el mediático juicio su abogado alegó que sufría bibliomanía. El juez no se lo tragó, pero la sociedad sí y la palabra se puso muy de moda no solo en Rusia sino en Europa, especialmente en Inglaterra.