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¿Se puede llegar tarde a la vida de alguien?

¿Puede ser que encuentras a la persona con quien todo calza, pero ya está con otra? Esa y otras preguntas se hace esta semana Claudia Aldana ¿Te ha pasado?

¿Se puede llegar tarde a la vida de alguien?

¿Puede ser que encuentras a la persona con quien todo calza, pero ya está con otra?

¿Que esté con otra, lo deja para siempre fuera del alcance?

¿O creer que es la persona correcta para ti, es como un “justificativo” emocional, que permite meterse donde no deberías?

¿Dónde queda la solidaridad femenina en esos casos?

¿Y los supuestos valores morales que impiden codiciar lo que otra tiene?

¿Existe una “mala costumbre” de engancharse siempre de personas que no están disponibles?

Arriesgo morir apedreada, pero lo voy a decir: me he fijado en alguien que tiene pareja. Aunque mi cabeza me dice que no, mi instinto, mi guata, mi corazón suicida, me dice “es él, está bien, ganemos y perdamos o juguemos todas las fichas en el camino”. Invito a que levante la mano la que alguna vez también lo vivió. No es fácil, no es bacán, no es recomendable. Especialmente si esa persona parece ser alguien a quien buscaste, pero creíste que no existía. Da más rabia.

¿Se puede caer en el conformismo en el amor, y haberse resignado a estar con alguien, cuando tres pasos más allá estaba la persona perfecta? No sé. Soy adicta a sentir cosas, no podría estar con la sucralosa si sé que existe el azúcar. No creo que nadie tenga una historia amorosa a prueba de análisis. Siento, simplemente, que después de años uno encuentra a quien parece estar hecho a la medida, pero igual que los celulares -y las impresoras, y todo lo urgente- en el momento de más necesidad, “no se encuentra disponible”.

Quiero hablar de esto, porque creo que pasa. No sé si seguido, pero sé que a muchas se nos van los ojos hacia donde está el que no se puede tener. Y ahí estamos, diálogo interno permanente: “te pasaste, eres última, mira para otro lado, agárrate a otro a ver si se te quita, a ver cómo andarías si te pasara a ti… déjalo en paz”. Pero no se puede. O quizás no quiero.  Converso y converso conmigo. Me insulto. Me mando a jugar a otra cosa. Me obligo a leer, a salir a bailar sola, a escuchar canciones… que al final hacen peor, porque me encuentro pensando de nuevo.

Me acuerdo de un reportaje que hice hace millones de años en la Ya, a propósito del libro best seller de la Clemencia Sarquis, “Me enamoré de un hombre casado”. Y yo, con la patudez de mis 26 años, encontraba que todas estaban para quemarlas en la hoguera. Por malas mujeres. Por andar metiéndose donde nadie los llama. Porque desde mi patudez, y hasta el día de hoy, lo que menos perdonaría es una infidelidad.

El amor está lleno de grises ambiguos. La prueba de amor no es tal, la virginidad no divide a las mujeres entre buenas y malas. Las personas sentimos. Algunos, d forma angustiantemente intensa. Lo que se hace con esos sentimientos y urgencias, es el tema. Nadie se merece la hoguera. Nadie debería odiarse por encontrar a la persona que parece encajar en las buenas y en las malas con lo que uno buscaba sin saber que quería.

Hay veces en que se llega tarde, muy tarde. ¿Qué pasa con los que queremos detener el tiempo y recuperarlo?

Las leo.


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