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Fiesta de la oficina

Hace dos días fue la fiesta de la oficina. Spoiler alert: estoy con la misma ropa que hace dos días. ¡Chan!

es que ahora, con el hombre en cuestión nos saludamos –porque somos amigos de Facebook– las cosas están en otro nivel. Es decir: en mi mente sicópata, hasta me depilé y elegí con cuidado mi ropa interior, porque brindis + cena + vino + baile + bar abierto =  la ecuación perfecta para que él decidiera casarse conmigo.

O por lo menos, una noche de copas, una noche loca.

En un minuto de conciencia excesiva decidí ir en taxi. Porque obvio, después de la fiesta qué lata irse en dos autos, con lo pastel que soy capaz que lo vaya siguiendo y me pierda -me ha pasado- entonces mejor, taxi, y llegado el momento, me voy de copiloto. Llegué a la fiesta creyéndome en una escena épica de película, muy confiada del vestido negro corto y ajustado. Pero, una cosa es como yo me veo en mi cabecita, y otra es que el 98 por ciento de las presentes haya elegido el mismo look. Mal. ¿Y siempre han sido TAN pocos los hombres? No importa: yo estoy segura que tengo romance asegurado para el final de la noche.

11 PM y el hombre en cuestión no llega. ¿En serio? ¿Me va a plantar en la que yo considero nuestro aniversario desde ahora en adelante? ¿Así de inconsciente? Voy al baño, con un vaso de agua en la mano -quiero llegar viva a la 1 am- y me meto a Facebook. Y dice «en camino a la fiesta». Wow. Retoque de maquillaje, urgente. Pero en mi clutch cabe un labial y punto, y necesito sacarme todo, ponerme gotas para los ojos, y sacarme la cara de ansia. En fin. Que se conforme con lo que hay. Igual, se ha demorado en llegar a la fiesta. ¿No le habrá pasado algo? Me meto a buscar en redes sociales accidentes de tránsito en el sector. Nop, simplemente maneja muy lento o es un gran fan del suspenso, al nivel de Hitchcock. No me interesa, me voy a ir a bailar, así cuando llegue, es más casual que se me acerque y no es TAN obvio que vino por mi.

3 AM. Todos hacemos una coreografía con cotillón en la mano. Tendré tortícolis mañana, tanto mirar hacia la puerta. Tendré cirrosis en un par de años, por razones obvias. Y tendré caña moral, porque hace veinte minutos me instalé con uno de sus compañeros de sección a interrogarlo, para saber por qué mi posible futuro marido no está acá. La caña de Hulk. Así de grande. Despertaré con la ropa hecha pedazos, y sin saber qué demonios hice.

Por dignidad, me voy a la casa a las 4 AM. A las 7 de la mañana estaba abrazada del baño, arrepintiéndome de todo, con mucha vergüenza propia y ajena. Qué es eso de creer que me pescaba. ¡Qué es eso! Qué le dije al resto. Mando correo y aviso que me voy a tomar tres días de vacaciones. Voy al congelador y además de vodka… hay algo que debe ser pollo. A descongelar para una sopa que me salve la vida.

Y a acostarme con este vestido, que me queda increíble. Porque cuando una se siente mal, hace lo que pueda por sentirse bien. Por loser que sea.


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