Durante la segunda quincena del mes de diciembre y acercándonos al fin del ciclo anual, nos centraremos en las expectativas de los tiempos que están por venir. La llegada de un nuevo año y el ambiente que rodea la época navideña, nos impulsa a renovar nuestras aspiración y anhelos.
Es así como estos días se convierten en el momento perfecto para concentrar nuestra menta y corazón, en evaluar los logros y comprender las causas de nuestras frustraciones. También es hora de dejar las tristezas de lado y los padecimientos acumulados durante el año, al mismo tiempo que nos conectamos con el propósito de alcanzar los mejores resultados para el 2026.
Es tiempo de agradecer por todo lo que has conseguido y recibido, incluyendo los aprendizajes que han dejado los fracasos y las pérdidas. Es el tiempo de renovar nuestro espíritu y de fortalecer nuestra energía vital.
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El Espíritu de la Navidad
El origen de la Navidad traspasa el hecho histórico del nacimiento de Jesús de Nazareth, y es que se remonta a tiempos ancestrales y está íntimamente ligado al Solsticio de Capricornio. Un momento cósmico en que los rayos solares caen perpendicularmente sobre los 23º de latitud sur en nuestro planeta. Es cuando la incandescencia solar alumbra y derrocha calorías en el punto más austral de la Tierra, en su recorrido anual.
En lejanos tiempos, en las culturas nórdicas, ese día del solsticio decembrino era la noche más larga y fría, cuando los habitantes ejecutaban rituales al dios del tiempo, con bailes y grandes hogueras, celebrando el nacimiento del dios Sol, que seis meses más tarde expresaría toda su luminosidad y calor, durante el ahora día más largo del año. Eran las fiestas saturnales del solsticio invernal en el norte, que la Iglesia Católica, a mediados del siglo IV de nuestra era, escogió como fecha para la celebración de la natividad de Jesús.
En esta oportunidad, al mediodía (12:04 hora chilena) del domingo 21 de diciembre se produce el momento exacto del Solsticio, lo cual corresponde al tradicional descenso sobre la Tierra del Espíritu de la Navidad, ilustrado en el imaginario colectivo como un hombre de edad avanzada, bonachón, de gruesa contextura y abundante barba blanca, que proveniente de zonas polares, aparece en un trineo tirado por renos y se dedica a repartir regalos a los niños y gente inocente como ellos.
El Año Nuevo
Nuestro planeta Tierra da una vuelta alrededor del Sol en 365 días y seis horas. El inicio y final de ese lapso puede ser establecido de manera arbitraria, tal como lo hizo la Iglesia Católica, cuando instauró el 1 de enero como inicio del año en el calendario gregoriano, promulgado en 1582, como una corrección del antiguo calendario juliano, establecido en el año 46 a.C. En todo caso, la fecha seleccionada tanto para la celebración de la Navidad como para el Año Nuevo coinciden con el fenómeno del Solsticio de Capricornio, diez días previos al 1 de enero. En pocas palabras podemos concluir que la Navidad y el Año Nuevo comparten el mismo ambiente espiritual, se cobijan bajo el mismo Espíritu.
La tónica que predomina durante los diez días que van desde el solsticio navideño y el inicio del nuevo ciclo anual es la de la revisión y disposición anímica para la renovación energética, la de desechar lo malo y relanzar las esperanzas, con optimismo hacia los nuevos tiempos. No se trata simplemente de esperar con resignación aquello que nos depara el nuevo año, sino de volcar nuestros esfuerzos en alcanzar las metas propuestas, con responsabilidad y pragmatismo, eludiendo las falsas ilusiones y despojándonos de nuestros miedos.
Ritual para Navidad y Año Nuevo
En esta época del año, en los días que corren entre el Solsticio (21 de diciembre) y el Fin de Año (31 de diciembre) es recomendable hacer una pausa en la monotonía de nuestras actividades habituales, retirarnos y acondicionar un espacio y un tiempo para contactar con nuestro ser interior. Es momento para revisar (volver a ver) lo que ocurrió este año 2025 e imaginar lo que podría presentarse en el año 2026, enfocándonos en cómo nos afectó en 2025 y cómo pudiera afectarnos a cada uno de nosotros en el venidero 2026.
Es un tiempo de balance, de hacer el ajuste conveniente que nos permita despojarnos de lo que nos lastima y aproximarnos a lo que nos hace bien. Necesitamos un tiempo especial para apartarnos de la rutina, con la intención de sintonizar con la esencia de nosotros mismos.
Recomendaciones sobre el cuándo cómo y dónde del Ritual:
Tiempo: Escoge el día más propicio para ti, o para el grupo (social o familiar), en alguno de los diez días comprendidos entre el 21 y el 31 de diciembre, evitando que coincida con las fechas en que tengas mucha actividad externa o social. Selecciona el momento del día más propicio para ti: al caer la tarde, a primera hora del día o antes de dormir.
Espacio: Encuentra un lugar alejado del ruido externo, donde se te facilite estar contigo mismo y escuchar tu voz interna: tus pensamientos, sentimientos y vivencias. Desconecta el móvil o cualquier otro instrumento que te relacione con el mundo exterior.
Estado anímico: se requiere mantener una sensación de paz interior, con la mente lúcida, sin haber ingerido alimentos o bebidas alcohólicas en las horas precedentes.
Respira: Comienza y termina el ritual con 5 o 7 respiraciones lentas y profundas, inhalando, reteniendo el aire y exhalando sucesivamente.
Conecta con tu Yo Superior (o con la entidad de tu preferencia: Dios, el maestro Jesús, Budha, algún santo o ángel, etc.), pide iluminación y paz interior.
Identifica aquellas actitudes, eventos o carencias que te han provocado molestia, sufrimiento, dolor o ansiedad durante este año.
Pide al Universo que te ayude a erradicarlas de tu vida y de tu entorno.
Imagina alcanzar aquello que más deseas o que más necesitas para vivir en equilibrio y armonía durante el próximo año.
Pide al Universo que te ayude a incorporarlos a tu vida y entorno.
Finaliza el ritual con una plegaria de tu predilección.
Lo que debes cultivar y desechar en 2026 según tu signo zodiacal
