En el poblado de Parinacota, situado a 4.400 metros sobre el nivel del mar, se esconde una leyenda que pone en duda hasta la persona más incrédula.
Este lugar tiene poca población durante el año, situación que cambia radicalmente los días de fiestas religiosas. Como la generalidad de las iglesias altiplánicas, la de Parinacota es circundada por un muro perimetral que marca un espacio interior libre, donde se realizan las actividades principales de las fiestas religiosas.
En el caso de la Iglesia de Parinacota, este muro es de adobe y posee tres accesos, que presentan arcos y coronamientos en piedra volcánica rosada. Incorporado a este perímetro, en una esquina, está el macizo campanario, de dos cuerpos, en planta cuadrada. Todas las estructuras están blanqueadas con cal.

Según el sitio web de Monumentos de Chile, este templo es de piedra y argamasa de barro, sus tijerales son de eucalyptus, y la cubierta de paja brava (coirón). Es un volumen de 5 metros de ancho y 22 de largo, con dos capillas laterales salientes. El interior de la nave presenta atractivas muestras de arte popular religioso; especial mención merecen los ingenuos frescos pintados en los muros, durante el siglo XVIII. También hay pinturas sobre tela e imágenes.
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La Iglesia de Parinacota fue declarada Monumento Histórico a través del Decreto Supremo el 4 de mayo de 1979.
La leyenda que esconde la Iglesia de Parinacota
Según la historia popular, en el pueblo de Parinacota, una mesa anunciaba la muerte. Hoy la mesa figura en la Iglesia amarrada a un pilar.
De acuerdo al sitio web El Morrocotudo, uno de los vecinos relató en 1991. "Yo le voy a contar, no lo sé todo, pero todo lo que sé de la mesa, se lo voy a contar".
"La mesa de aquí tiene algunos defectos cuando va a morir alguien, sale a caminar, camina y ustedes la ven, si la encuentran se convierte en burro o en perro, en lo que sea, no le hace nada", habría expresado el hombre.

“Pero si ustedes no se encuentran cuerpo a cuerpo, van en la mesa prendida de cuatro velas y el que va a morir va a parar en el centro con una vela agarrá. Llegaba a las casas porque, depende de la persona que va a morir, por ejemplo de aquí va a Chucuyo, va a este lado de la población también, todo esos caseríos recorre, la persona que va a morir a esa casa visita, se viene con el alma…", comentó el hombre.
El relato
Por otro lado, Cipriano Morales Huanca, vecino de Parinacota y excuidador de la iglesia contó:
"La mesa esa…la ha visto la gente antigua…por ejemplo, mi abuelita o mis abuelitos, la habían visto salir pa' fuera, eso me contó mi mamá, yo le pregunto a mi mamá por qué está amarrá esa mesa, entonces mi mamá contesta, esa mesa la han visto nuestros abuelitos y tus abuelitos, salió pa' fuera con cuatro velas a medianoche a robar espíritu de una persona que está durmiendo y al poco tiempo se moría la persona esa…De ahí la amarraron de una pata", señaló.
Al día de hoy, la mesa continúa amarrada a un pilar del recinto.
Don Cipriano Morales Huanca, ex cuidador de la iglesia e integrante de una de las tres únicas familias que viven en la actualidad en Parinacota, cumplía la labor de observar y vigilar que esta mesa no se arranque, ni vuelva a asolar los hogares de este tranquilo pueblo del altiplano chileno.
